La imagen que tiene la mayoría de la gente sobre las subastas se ha formado a través de esas pujas astronómicas de obras de arte de renombre, en que los interesados, con aire ceremonioso, van levantando el dedo para indicar al maestro de ceremonias que suben la cantidad. Ésa, sin duda, es una cara de las subastas, la más conocida, pero hay que tener en cuenta que este sistema sirve también – sin tanto boato – para dar salida a propiedades procedentes de concursos de acreedores o ejecuciones hipotecarias.
Leer el artículo completo en Diario de Mallorca.